domingo, 2 de abril de 2017

Sobre Antonio


Aún recuerdo el día que tomamos esta foto. Antonio, la persona del medio, exclamó que hacía muy buen día y que teníamos que salir. Que teníamos que tener reuniones relajadas como ésta. No recuerdo el tema de la reunión informal. Ahí estábamos Pilar, Ángel, Lucía  y yo, que hice la foto. Si no recuerdo mal sería mayo o junio de 2003, ó 2004. El Departamento de Psicopedagogía y Educación Física se acaba de formar. Había sido un tiempo confuso, complejo, tengo. Al menos para mi, que acababa de llegar desde Valencia, recién iniciado mi contrato como profesor ayudante.

Creo que mi primera conversación con Antonio fue un día que llamé a su despacho para presentarme. Entonces no sólo era el Catedrático de Teoría e Historia de la Educación. Además era el Videcano de Psicopedagogía, en la Facultad de Documentación. Me pidió entrar y ahí comenzamos a conversar, o mejor dicho, empezó a hablar él. Creo que no he conocido a nadie que tuviera esa capacidad para hablar, conversar y hacerlo además con ímpetu. Todo lo que decía Antonio tenía intensidad. Ese día y los posteriores, me recordó en su manera de conversar a otra persona importante para mi, en Valencia, a Vicente Cuevas. Es curioso como al relacionarnos con alguien, es fácil dejarnos influir por personas con las que las asociamos. Sería la seguridad con la que hablaba, esa manera de cerrar los ojos mientras te miraba, medio estudiándote, medio sonriéndote.

Al poco tiempo de ese día, andando por el pasillo de la facultad me llamó y me preguntó si querría ser el secretario del departamento. Sin pensarlo demasiado le dije que sí. No lo sabía entonces, pero Antonio me hizo un gran favor, por el que le estaré siempre agradecido. Eran tiempos confusos, y con él, empecé a aprender claves importantes para orientarme en lo que era el funcionamiento de un departamento y de la universidad.  Además, ser secretario con él,  como después con Ángel Lázaro y Mª del Mar del Pozo, me ayudó a situarme, a estabilizarme, a posicionarme. No fue la última propuesta que me hicieron en ese pasillo. Años después, Ángel Lázaro, una tarde, tras cruzarse conmigo me preguntó si sabía algo de teatro. A lo que le respondí que no, más allá de haber participado en una obra en el colegio, no sabía nada. A lo que me respondió que perfecto, que podía ayudarle a llevar el grupo de teatro de Psicopedagogía. Ja... Qué momentos más diferentes y al mismo tiempo más significativos.

Volvamos con Antonio. Como buen pedagogo, era consciente de que me estaba enseñando algo cada ocasión que compartimos. Me enseñó a redactar certificados, saber cómo firmar. Me preguntaba tras las reuniones para conocer mi opinión. Trataba de que fuera autónomo a la hora de impulsar iniciativas. Ante todo me inculcó la importancia de los principios a la hora de actuar. Por ejemplo, para él la lealtad era importante. Pero recuerdo como me recalcaba que si era el secretario del departamento, ante todo tenía que tener claro esa relación de confianza y lealtad. Entonces no entendí muy bien a qué se refería. Con el tiempo sí lo he hecho. Hablar de ello con Eduardo de Grazia, mi psicoterapeuta en esos años, me ayudó. Imagino que fue un buen recurso en esos tiempos, dos personas similares, de edades similares que en cierta manera actuaron como mentores, sin que yo fuera entonces del todo consciente.

Enrique Téllez, un compañero del departamento que también lo conocía bien, en otro pasillo, esta vez en la Facultad de Educación, me contó la siguiente anécdota, que le retrata bien, me parece:

"Unos minutos antes del comienzo de una sesión del Claustro, presidido por Manuel Gala. El rector ya estaba en su puesto de la presidencia y yo ocupaba la silla contigua, a su izquierda. Ambos revisábamos la documentación que sería objeto de estudio poco después. De repente, observamos que Antonio Molero se acercaba hasta la mesa para saludarnos. Cuando estuvo ante nosotros me estrechó la mano y dijo: "primero el amigo, después la autoridad" y a continuación estrechó la mano del rector, un tanto contrariado. 
Antonio, sonriente, volvió a su asiento en la sala",

Y ahí estamos en esa foto, relajados, incluso tomando un refresco o una cerveza que Antonio había conseguido no sé muy bien cómo. Los tres catedráticos del departamento juntos. Creo que hice la foto porque intuí el simbolismo del momento.

La última que vez que coincidimos fue en el tribunal de Ángel. Le encontré tan enérgico y lleno de vida como siempre, aunque triste. Aunque claro, ese día estábamos tristes todos, aunque felices de reencontrarnos. La muerte de Ángel nos pilló a destiempo. Teníamos aún proyectos por realizar, publicar un libro sobre teatro y educación, hacer un acto de despedida y homenaje, como el que le habíamos organizado unos años antes a Antonio, pero no pudo ser. De eso hablamos ese día, entre otras cosas. Año y medio después supe que no se encontraba bien, que ya era difícil visitarle. El lunes pasado, Mª del Mar, la persona que mejor le conocía probablemente, me llamó para informarme que acababa de fallecer. Aunque lo esperábamos, nos quedamos en silencio. No había mucho más que añadir.

Antonio, muchas gracias por todo, permanecerás en mi recuerdo y en el de tantos otros.

Un abrazo

Alejandro


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